tecuanes punto com. Blog de Evalenzo

Tuesday, August 09, 2005

Tópicos de playa.

“¿Por qué ya no has escrito nada en tu Página?”, me preguntó mi colega el Droguitas hace un par de días. No es que no haya tenido tiempo, al contrario me he rascado a gusto la panza estas últimas semanas. Simplemente sucede que pensaba que las cosas que podría contar acerca de mi vida, o eran aburridas o demasiado bochornosas como para andarlas divulgando; pero últimamente me he dado cuenta de que la gente que escribe en este tipo de espacios, no tiene empacho en poner fotos de su gato o hacer sentidos reproches de amor, así que atenderé el comentario de mi colega y trataré algunos tópicos de mi viaje a Acapulco.
Hay quien dice que Acapulco ya no es lo mismo que antes, que ahora es mejor ir a las playas de Zihuatanejo o a Cancún: Falso. Acapulco no ha cambiado, nomás que ahora es más fácil llegar a Cancún. Hay también quienes aseguran que van a Acapulco porque las cosas ahí son más baratas que en cualquier otro lugar de playa, esto es también una falacia. Veamos: el primer día Magga y yo decidimos ir a comer al Revolcadero. Pedimos camarones empanizados, una campechana, y dos refrescos, pagamos doscientos noventa pesos. El segundo día conocimos a un taxista que nos llevó al Mercado de Marisqueros, pedimos camarones empanizados, una campechana y dos refrescos, pagamos ciento treinta pesos. El tercer día decidimos comer hamburguesas. Otra cosa interesante es el transporte público. “¿Cuánto nos cobra a Colosio?”, le preguntamos a un taxista, de esos que manejan unidades con vivos azules, la primera noche luego de unas cuantas cervezas. “Doscientos pesos, ciento ochenta, ciento sesenta… ciento veinte, noventa, ¿cuánto les cobran?”, fue diciendo al ver nuestras caras. Finalmente nos fuimos en un taxi colectivo, esos traen vivos amarillos y la tarifa fue de a diez pesos por piocha. Otra noche decidimos irnos de juerga, íbamos tan emocionados que cuando el taxista nos dijo: “Pues ya desde aquí es donde empieza lo bueno”, nos bajamos. Lo único que había cerca era un espectáculo de travestis y restaurantes italianos. Caminamos varios kilómetros, hicimos paradas para descansar y cuando por fin llegamos a la zona de los bares, ya no traíamos la fuerza necesaria para meternos entre la gente sudorosa que estaba bailando, así que nos fuimos a comprar cervezas para llevar y nos sentamos en una banqueta. “Lo bueno de Acapulco es la vida nocturna”, nos dijeron unos amigos a manera de recomendación, y en eso estoy de acuerdo, porque las playas en realidad no nos ofrecieron grandes emociones, en cambio, una noche nos encontramos a dos tipos grandulones formados en la fila de las cervezas. El chavo que las repartía se tardaba horas, así que empezamos a hacer plática. “¿Ustedes son del norte, verdad?”, les pregunté habiendo notado el acento. “¡Ah, cómo no! ¡Del merito Nuevo Laredo! ¿Y ustedes, de dónde son?”, “venimos de Cuernavaca”, le respondí. “¡Ah, muy bonito por allá, mucho dinero ¿no?!”. Una hora después los encontramos en la Unidad Habitacional donde nos hospedábamos Magga y yo, los saludamos efusivamente y luego apretamos el paso sin mirar atrás.