tecuanes punto com. Blog de Evalenzo

Friday, April 11, 2008

MEXICANOS AL GRITO DE GUERRA 1

Suceso número uno: estoy parado en una calle del centro del Pueblote esperando un taxi, cuando un hombre joven que viene manejando un auto nuevo con quemacocos se estaciona muy cerca de la esquina, la mujer que viene con él se baja del auto y entra a la farmacia. Un policía de tránsito chaparrito y cojo, se acerca y le pide que mueva el coche unos metros adelante porque ahí obstruye la circulación, el júnior lo ignora subiendo la ventanilla y poniéndose el celular en la oreja, el tránsito le toca la ventanilla; el tipo del coche lo manda por un tubo, el chofer de un microbús que viene detrás les pita una mentada de madre, hay caos vial, el policía saca un desarmador y amenaza con quitar la placa del vehículo, el júnior baja el cristal y le grita que nomás lo intente y verá cómo le va. Mientras tanto, en la farmacia, una viejita que está frente a la caja tratando de abrir su monedero retrasa el cobro de los demás clientes, incluida la acompañante del júnior. El policía se inclina frente al coche para quitar la placa, el Júnior se baja y lo empuja tirándolo al piso, va a darle una patada. Hasta aquí, yo (que ya he dejado pasar cuatro taxis), soy el único testigo y estoy a punto de entrar al quite y aplicarle un candado al júnior, pero veo que no es necesario porque otro policía de tránsito, este sí, con las dos piernas buenas y además, cosa curiosa en el gremio, alto y atlético, llega corriendo y de inmediato levanta a su compañero con una mano y con la otra somete al júnior poniéndolo de bruces contra el cofre. El júnior intenta justificarse pero el superpolicía lo para en seco diciéndole que él desde la mitad de la calle vió la agresión, luego lo esposa. La acompañante sale por fin de la farmacia, se acerca y se molesta con el júnior, evidenciando que no era la primera vez que atacaba policías chaparritos, luego pone cara de resignación, el júnior ahora sí, luce apenado. Yo nomás espero que el policía diga: “jálale”, pero antes de que eso suceda, escucho un grito agudo detrás de mí: “¡dejeeeeeenlooooo, abusiiiiivoooooos!”, hay una bola de gente. Una señora gorda que carga un vaso lleno de rebanadas de sandía con chile piquín en la mano izquierda, y tres bolsas de plástico en la derecha, grita de nuevo: “¡abusivooooos! El júnior pone cara de que están abusando de él, el policía chaparrito y cojo se pone nervioso. “Es que usted no vió que estaba atacando a mi compañero, señora”, le explica el compañero del chaparrito. “¡Yaaaa, deeejenlooo!”, se escucha detrás de la señora, esta vez una voz masculina. El policía chaparrito, le propone a su salvador: “vamos a dejarlo ir, nomás que prometa no estacionarse de nuevo frente a la farmacia”, pero el otro que es como el comanche: muy celoso de su deber, toma al júnior por los brazos, y lo encamina hacia la avenida principal. “¡Abusivos, ya deeejenloooo!, dice otra señora, dos mirones motivados por las arengadoras se paran frente al policía. Pronto se forma un círculo amenazante. En este punto la cosa me deja de interesar y me alejo en busca del taxi.

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