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Monday, May 31, 2010

EL ENCUBRIMIENTO PEDAGÓGICO.

Si nuestros ancestros, hace cinco siglos, en lugar de confundir a los españoles con dioses, los hubieran tomado por extraterrestres, quizás no estaríamos como estamos, porque a fin de cuentas aquellos hombres barbados venían de un lugar que estaba fuera del mundo, que en ese momento histórico terminaba en las playas del golfo y del pacífico, pero no tenían capacidades sobre humanas. Al poco tiempo, los invasores empezaron a llevarse el oro y a las princesas nativas, y fue entonces cuando los aztecas se dieron cuenta del error, pero ya era demasiado tarde y esta equivocación se convirtió en un tabú. Este pecado original ha dado origen a una peculiar característica de nuestra cultura: El Encubrimiento Pedagógico. El cual consiste en que una vez que un personaje ha sido ungido como prócer (ya sea por el hecho de cargar una piedra en la espalda y quemar una puerta con una antorcha o soltar un cañonazo y derribar otra), es deber patrio conservarlo como imagen inmaculada para el resto de los días. Esto da como consecuencia lógica una lucha entre la historia y el estado, es por eso que prácticamente ningún mexicano en edad escolar entiende por qué si nuestros héroes era buenos, andaban peleados unos con otros (los villanos están mejor definidos). Así pues, la vida de nuestros héroes vista desde el enfoque oficial es vida de santo, y de santo brillante además. En los terrenos de la historia, en lugar observar el error y asumirlo, hemos sido educados para transfigurarlo y obtener de él un ejemplo de lucha, motivo por el cual no hemos podido avanzar como sociedad. Lo anterior lo comento porque se avecina el mundial de futbol y vienen a mi cabeza recuerdos de nuestros cronistas deportivos soltando frases como: tuvimos una participación decorosa, mostraron el carácter, o: los penales son un auténtico volado. Personalmente, nunca he creído que aquellas derrotas contra Alemania y posteriormente contra Bulgaria (ambas traumáticas para mi generación), hubieran sido producto de un insondable mecanismo del destino, porque para empezar se trataba de un partido de futbol, no de una cita entre dos equipos para tirar penales. No tuvimos la capacidad técnica para ganarles en la cancha, y tampoco para ganarles en la tanda de penales (varios ni siquiera tuvieron dirección de portería), si mostraron el carácter o la participación fue decorosa son consideraciones ante las cuales cada quién pone su rasero, pero de que no tuvieron la técnica, ni la preparación mental, de eso no me queda duda. Sin embargo, luego de ochenta años de participaciones mundialistas, nuestra táctica sigue siendo prácticamente la misma: echarle todas las ganas, morirnos en la cancha (y eso es lo que hacemos), o cómo decía Javier Aguirre en su primera etapa: salir y poner en el partido los arrestos necesarios (ahora ya dice güevos en lugar de arrestos). Estas declaraciones de primera mano no suenan mal, pero dan como resultado que nuestros jugadores se la pasen corriendo detrás de la pelota, y que cuando por fin la tienen vuelvan a correr hasta chocar contra algo, y luego le tiren una patada a eso contra lo que chocaron, y luego le reclamen al árbitro, y luego increpen al rival que está tirado sobándose el tobillo, todo esto es lo que al parecer se entiende como echarle ganas, morirse en la cancha, y tener arrestos. Javier Aguirre no se ha dado cuenta de que tiene en las manos una generación valiosa, pero además parece no observar que los ingleses, los holandeses, los alemanes, y en general todos los países que participarán en calidad de Potencia, son más altos, más fuertes, y que provienen de ligas cuyo nivel de competencia es muy superior a la nuestra. Si yo fuera Aguirre me detendría un momento, y buscaría echar mano de la experiencia que tienen varios de nuestros jugadores en estas ligas europeas, evitando mandarlos a morirse en la cancha. Habría que elaborar una estrategia que al menos diera como resultado un mayor porcentaje de tiros al arco rival, porque eso de mantener la posesión del balón no sirve para nada. Es muy difícil decir que vamos a ser campeones del mundo, como es difícil decir lo contrario, sean quienes sean los que nos representen. La esperanza es intrínseca al sentido de pertenencia: creo porque de alguna manera formo parte, aunque a veces uno ya no quisiera. Y es en esos momentos de lucidez que me pregunto: ¿cómo será esta vez? ¿Con otro golazo en tiempo extra?, ¿un descuido defensivo? ¡En penales! “Así no duele”, comentó Valdano cuando Holanda echó a Argentina con aquel pase de De Boer a Dennis Bergkamp, pero sí dolía, siempre duele, sólo que duele menos cuando se ha jugado a algo. Ojalá no sigamos cometiendo los mismos errores, al menos tendríamos que cometer otros, si nos toca jugar contra Francia, Inglaterra, o Alemania tenemos que darnos cuenta de que no son dioses, son simplemente extraterrestres.

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