tecuanes punto com. Blog de Evalenzo

Saturday, November 04, 2006

INCENDIOS

Ayer vi mi primer incendio, iba yo bajando por una calle del centro del Pueblote, cuando vi que en la esquina siguiente se empezaba a apretujar una masa de gente: ¡Un asalto bancario!, pensé y luego apresuré discretamente el paso para que no se pensara que era yo una persona de poco mundo que nunca había visto un asalto bancario. No me acordé que en esa esquina ni siquiera hay banco. No era un asalto sino un incendio. Lo primero que noté es que en la vida real, los incendios no son como los de las películas, y esto es decepcionante, tanto para los curiosos como para los bomberos. Lo que vi, fue que en una techumbre montada en la azotea de un segundo piso, se estaba quemando un colchón. La techumbre era de láminas de asbesto, estaba soportada por cuatro polines, y tenía dos sábanas a modo de paredes. Desde la esquina en que estaba parado se podía ver la lumbre que emanaba de un lugar cerca del piso. Una señora que estaba a mi lado nos dijo a mí y a los curiosos, que en esa casa se fabricaban piñatas, y que lo que se quemaba eran las pilas de cartón y los periódicos viejos, pero yo creo que era un colchón. En esos momentos, debajo del incendio había sólo un carro de bomberos y un patrullero motorizado que desviaba el tráfico. Un bombero dirigía el chorro de agua con la manguera hasta el techo de láminas, y otros tres esperaban ansiosos a que se cansara para ocupar su lugar. Pocos minutos después llegaron los refuerzos, otro carro de bomberos, una ambulancia y dos patrullas de tránsito municipal se abrieron paso hasta el lugar y de inmediato causaron un caos vial. Los paramédicos se bajaron de la ambulancia y en seguida llamaron a un tipo que traía una bicicleta que resultó ser un vendedor de tacos de canasta, el cual fue rodeado en pocos segundos. Los oficiales de tránsito bloquearon con sus patrullas los dos sentidos de la calle y los bomberos empezaron a ensamblar una escalera para acercarse más a la lumbre. Todos, bomberos, patrulleros, paramédicos y curiosos, rogábamos porque se empezaran a quemar las sábanas. En esas estábamos cuando pasó el turibús, un tipo vestido con una capa negra de cuello alto (era día de muertos) que era el guía de los turistas, les venía diciendo: “El palacio de Cortés, es una de las joyas históricas más preciadas…”, pero todos los pasajeros torcieron el cuello para ver la lumbre. “¡Miren un incendio!”, dijo el tipo disfrazado de vampiro, que fue el último en percatarse de la situación. “Suele suceder”, agregó después para que no pensaran los pasajeros que era un tipo de poco mundo que nunca había visto un incendio. Otra señora que estaba con nosotros y a la cual no podían oír los bomberos gritaba: “a la izquierda, a la derecha, más arriba, más arriba, ya merito…”, pero el bombero de la manguera nos aguó literalmente la fiesta, porque en lugar de dirigir el chorro hacia lugares azarosos como proponía la señora, le dio una dirección firme que poco a poco logró menguar la intensidad de las llamas. Para cuando la escalera estuvo lista, el incendio no era más que una triste humareda que apenas se percibía desde la esquina. Nadie felicitó al bombero de la manguera, ni sus compañeros ni los oficiales de tránsito. Y entre las personas que estábamos en la esquina, tampoco se escucharon vítores ni aplausos, pero aún así, todos nos fuimos emocionados a platicar nuestro primer incendio.