tecuanes punto com. Blog de Evalenzo

Wednesday, February 22, 2012

De nombres de perros


En los tiempos en que mi abuela era una mujer madura, era muy mal visto ponerle nombre de persona a un perro. El perro de mi abuela se llamaba el trapo, luego vino el pillín y después la paloma, (solovino y firulais ya estaban en desuso desde entonces). En la ciudad los perros se llamaban: pinto, pirata o muñeca. La gente era gente y los perros eran perros. Hoy en día las tendencias se inclinan por nombrar a los perros como se nombran a las personas: felipe, martín, martha, olga; y ya casi nadie se ofende porque un perro sea su tocayo. Pero más allá de herir susceptibilidades, esto puede traer algunas consecuencias desagradables, por ejemplo aquel que durante una fiesta grita: “Martín, deja eso! Y luego aclara: no tú no, le hablo al perro, tú estás bien, salud!” O la señora que en la fila del banco comenta en voz alta: “Ya no sé que hacer con Martha, se volvió a meter al baño y se tragó unos papeles!” O peor aún: aquel que corre por la banqueta y cuando un vecino le pregunta qué le preocupa le contesta: “dejé la puerta abierta, se salió Felipe a la calle y no lo encuentro, tiene tres años y es de pelo cafecito!” Acto seguido el vecino saca su teléfono y le llama a una patrulla. Además de estos incidentes, que los perros tengan nombres de personas ha traído como consecuencia una especie de transfiguración colectiva, que ha sido rápidamente aprovechada por los tiburones de la mercadotecnia para inundar el mercado con productos surrealistas para perros humanizados. Así, hoy podemos encontrar champús vitaminados, juguetes desestresantes, suéteres de cuello de tortuga; y en el ramo de los servicios: estéticas de lujo, spas y hoteles para perros. Mi perrita Candy por ejemplo come croquetas balanceadas en grasa y nutrientes y yo como tacos de diez pesos. No sé si todo esto sea otra influencia de la cultura norteamericana, donde los hijos abandonan el nido apenas aprenden a manejar, y los padres compran perros para sustituir a los hijos que se están emborrachando en la escuela, o sea producto de la planificación familiar, o ambas cosas. Lo cierto es que estamos malcriando a nuestras mascotas. Yo por más que tato de seguir los consejos del Encantador de Perros (la máxima del programa es: hay que educar a los dueños) no puedo evitar caer en la manipulación y termino subiendo a Candy al sofá. Quizás en algún futuro cercano los perros empiecen también a gozar del linaje humano adoptando los apellidos de los dueños. Así, podremos escuchar cosas como: “La señorita Slim viene por estética, baño, corte de uñas y vacuna antipulgas. Atiéndanla bien por favor”, o quizás la voz del señor que llega del trabajo y pregunta: “Ya le dieron sus croquetas a juan Nepomuceno Silva-Herzog?”